martes, 15 de noviembre de 2011

Rollerball (1975) (Dual Español/Inglés + Subs)






sinopsis
En el año 2018, el mundo se encuentra agrupado en seis corporaciones: Energia, Alimentación, Lujo, Vivienda, Comunicación y Transporte. La tranquilidad social es absoluta, pero la gente carece de libertad. Se desahogan con el Rollerball, un violento juego donde los jugadores corren peligro de muerte.



Ficha Técnica
Director: Norman Jewison / Productor: Norman Jewison para United Artist / Guión: William Harrison, basado en su relato "Roller Ball Murders" / Fotografía: Douglas Slocombe / Música: Tomaso Albinoni, Johann Sebastian Bach, Dmitri Shostakovich, Pyotr Ilyich Tcaikovsky / Efectos especiales: Sass Bedig, John Richardson, Joe Fitt / Montaje: Anthony Gibbs / Intérpretes: James Caan (Jonathan E.), John Houseman (Bartholomew), Maud Adams (Ella), Ralph Richardson (bibliotecario), John Beck (Moonpie), Moses Gunn (Cletus), Pamela Hensley (Mackie), Barbara Trentham (Daphne), John Normington, Shane Rimmer, Burt Kwouk, Nancy Bleier, Robert Ito, Anthony Chinn, Craig R. Baxley... / Nacionalidad y año: USA 1975 / Duración y datos técnicos: 129 min. Color Scope (Dual Español/Inglés + Subs)


Comentario
Actualmente vivimos una crisis económica que nos ha hecho ver a la gran mayoría de los mortales el inmenso poder que los mercados tienen sobre nuestras vidas. En un abrir y cerrar de ojos el futuro de millones de personas se va al garete porque una serie de acciones/decisiones llevadas a cabo por imbéciles encorbatados que viven a kilómetros de distancia de nuestras casas provocan la caída de gobiernos, el paro, la miseria... El mundo vive atenazado por el inmenso poder de ejecutivos, burócratas, tecnócratas que obvian al individuo (pequeña chinche que respira, produce y consume)supeditando su bienestar a la especulación y a un modelo económico que para todos nosotros resulta incomprensible, pero que, por lo visto a ellos les divierte sobremanera. ¡Dios, como les pone el poder!
Por ello esta película viene como anillo al dedo, aunque sólo sea en su ambientación y propósito ideológico. Aunque, y es una pena, al final quede en agua de borrajas. Nos encontramos en el año 2018 y la Tierra vive en un estado de "forzada" armonía gracias a la ausencia de gobiernos y países que son sustituidos por un todopoderoso grupo de seis corporaciones que se encargan de proveer a los habitantes del planeta de sus necesidades más básicas (así dichos entes empresariales se llaman "Energía", "Comida", "Lujo",...) y cuyo omnímodo poder en la práctica resulta equiparable al de un gobierno totalitario, en una suerte de magistral globalización en la que las diferencias sociales son abismales. Por un lado están los ejecutivos que son los que manejan el cotarro y por el otro el resto de los mortales que, aunque tienen cubiertas todas sus necesidades básicas viven alienados por un sistema en el que el conjunto lo es todo, eliminando al individuo.
Y como por lo visto no tienen bastante con la televisión y sus programas del corazón, mantienen sedados a los terrestres, encauzando sus instintos agresivos y sentimientos antisociales hacia la morbosa contemplación de un salvaje espectáculo llamado "Rollerball", extravagante combinación de hockey sobre hielo, motociclismo y fútbol americano donde la ausencia casi absoluta de reglas limitadoras de la violencia propician el desatado sadismo de sus participantes. De manera que este deporte se convierte en el mejor instrumento para mantener apaciguada a la población, y así perpetuarse en el mando. Nos hallamos ante un más que aberrante "juego de la muerte" que supone la sublimación de las antiguas estrategias romanas de "pan y circo" (se puede sustituir el pan por drogas, ya que a lo largo del todo el film los protagonistas no paran de ingerir pastillitas por doquier).
James Caan es la máxima estrella de toda la sangrienta historia del "Rollerball", al haber conseguido sobrevivir hasta el momento a diez temporadas, cuando la vida media de un jugador se sitúa aproximadamente en dos. Debido a su cada vez mayor protagonismo, el Sistema decide persuadirle/obligarle a que se retire, ya que, según ellos, el verdadero impacto social de tan demencial deporte (y por tanto su efectividad) radicda en la frecuencia con que las figuras ascienden e inexorablemente caen. Sin embargo, al recibir la orden de retirarse de la competición, Caan comenzará a hacerse preguntas sobre el funcionamiento del Sistema, negándose finalmente a abandonar, lo que le convertirá, en última instancia, en el auténtico verdugo de tan inhumano espectáculo.
Adaptado de un relato del propio guionista William Harrison llamado "Rollerball Murders", este largometraje resultó en su día más célebre por la inusual (por entonces) virulencia de las escenas del juego que le da titulo que por su aceptación entre el público. Con todo, el conjunto despide un narcotizante hedor de intelectualismo barato, ese en el que se suelen estrellar los cineastas con muchas ganas de decir cosas y escasas posibilidades de trascender sus más bien llanos referentes. En este caso, fue el rara vez interesante Norman Jewison quien tropezó en su intento de hacer una densa alegada sobre la violencia y el control de las masas a través de los medios de comunicación. Ocasionalmente tediosa en su aparatosa vacuidad, "Rollerball" se salva por la solidez de las interpretaciones tanto del desaprovechado James Caan como de los ilustrísimos veteranos John Houseman y Ralph Richardson. Además, la belleza de Maud Adams no deja de resultar un balsámico oasis en el seno de este largometraje formalmente artificial y algo fallido.
En definitivas cuentas, "Rollerball" es una película distópica con mensaje realizada en una década prolífica en ciencia ficción seria, ya que la década de los 70 está llena de filmes que nos ofrecen parábolas que muestran un futuro anti-utópico y desesperanzador, pero que no pasa de ser un bodrio entretenido que aunque en su trasfondo resulta acertado dados los tiempos que corren, estéticamente ha envejecido mal y resulta a ratos aburrida a más no poder. Pensad que hablamos de la década en que se realizaron grandes filmes como: "THX 1138", de George Lucas, "El último hombre... vivo", de Boris Sagal, "Naves misteriosas", de Douglas Trumbull, "Edicto siglo XXI: Prohibido tener hijos", de Michael Campus, "Cuando el destino nos alcance", de Richard Fleischer, de 1973, "A Boy and his Dog", de L. Q. Jones,"La fuga de Logan", de Michael Anderson... Y por otro lado "La carrera de la muerte del año 2000", de Paul Bartel o "Nueva York: año 2012", de Robert Clouse (distopía light con mucha violencia). "Rollerball" entraría de lleno en este segundo grupo.






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domingo, 9 de octubre de 2011

Messiah Of Evil (USA 1973) Director's Cut - V.O.S.E.





sinopsis:
Arletty Long viaja hasta Point Dune, un pequeño pueblo costero del norte de California, para reunirse con su padre, un artista retirado que reside allí desde que enviudó. La joven está preocupada porque, en los últimos meses, las cartas que él le ha enviado son cada vez más extrañas e inquietantes.
Cuando llega, encuentra la casa de su padre vacía, como si acabase de dejarla. Cuando pregunta por él en el pueblo sólo consigue evasivas; casi nadie parece conocer al viejo pintor. Su búsqueda la lleva a conocer a otros recién llegados a Point Dune, un curioso trío formado por Tom, un joven aristócrata de origen europeo (portugués o español) y Toni y Laura, sus dos guapas y desinhibidas amigas.



Ficha Técnica

Director: Willard Huyck y Gloria Katz / Productor: Willard Huyck y Gloria Katz para International Cine Film Corporation. / Guión:Willard Huyck y Gloria Katz / Fotografía: Stephen Katz / Música: : Phillan Bishop / Montaje: Scott Conrad / Intérpretes: Michael Creer, Marianna Hill, Joy Bang, Anitra Ford, Elisha Cook Jr, Royal Dano, Charles Dierkop, Bennie Robinson, Morgan Fisher, Emma Truckman, Dyanne Asimow, Hew Margolis, Alex Michaels, Walter Hill, Laurie Charlap-Hyman, Bill Norton / Nacionalidad y año: Estados Unidos 1973 / Duración y datos técnicos: 90 min. Color. DVDRip. Director's Cut. Versión original en inglés con subtítulos en castellano. Extra: Escena inicial alternativa (versión original).



Comentario
No sé vosotros, pero yo, pese a mi compulsiva afición al cine y la literatura de terror, no soy especialmente propenso a las pesadillas. Lo que demuestra que una cosa nada tiene que ver con la otra (yo tengo para mí que las pesadillas, más que las malas digestiones o las malas conciencias, las provoca el frío que coges al dormir, jejeje). En serio. He tenido algunas, claro está, como todo hijo de vecino. Pero pocas y más bien prosaicas.
Aunque, a veces, ha habido algunas que sí me han parecido singulares. Algunas que, a pesar de haberlas tenido hace muchísimos años, recuerdo con especial lucidez. Pesadillas que, por una u otra razón, forman parte de mi particular bagaje de imágenes y sensaciones. De una forma consciente, además. Pesadillas por las que siento cierto cariño, hasta el punto de empeñarme en conservarlas y atesorarlas como hago con otras cosas (películas, libros, sí... Algo de relación guardan).
Os voy a hablar de una de ellas. La tuve en Septiembre de 1977, cuando yo sólo era un crío de once años.
En ese sueño yo caminaba, al final de la tarde, con mis padres y mi hermano pequeño por las calles de mi pueblo. Volvíamos a casa. Todo, aparentemente, era normal. Atardecía y los escaparates de las calles comerciales se iban encendiendo. No obstante, y a diferencia de lo que solía ser habitual (lo es todavía) la calle estaba prácticamente vacía y a través de esos escaparates iluminados tampoco se apreciaba a nadie en el interior de las tiendas. Era como si nosotros cuatro estuviésemos totalmente solos en el pueblo. Como si todo el mundo se hubiera marchado de repente, dejando las luces encendidas.
Al llegar a casa, mi madre empezaba a preparar la cena. Todavía no se había hecho de noche (el atardecer duraba muchísimo) y yo sentía un frío raro, impropio de finales del verano o principios del otoño. Mientras mis padres y mi hermano actuaban con normalidad yo tenía una sensación extraña, como si algo indefinido nos amenazara. En la televisión estaban transmitiendo una autopsia en su integridad, con toda la crudeza del mundo (ahora esas cosas serían posibles, pero en 1977 era algo inimaginable) ambientándola con una música electrónica chirriante, arrítmica y desazonadora. Luego salía el presentador del telediario y leía las noticias. En una de ellas decía que se estaban produciendo casos de canibalismo en las periferias de algunas ciudades. Salían imágenes en blanco y negro de barrios degradados, casi en ruinas, como si fuesen escenarios de una guerra. La sensación de amenaza, de miedo, se me hacía casi insoportable.
Al otro lado de la ventana seguía atardeciendo. El cielo tenía un color rojo intenso, rojo sangre, sin matices, casi violento. Las nubes trazaban líneas extrañas. Como venas negras sobre un corazón hinchado y sangrante.
Y nada más. Eso era todo. En realidad no ocurría nada, no aparecía ningún monstruo ni ese tipo de cosas. Pero la sensación de amenaza era tan grande que resultaba asfixiante.
¿Por qué recordamos según qué sueños, según qué pesadillas y olvidamos otras? No tengo ni idea. Pero insisto en que ésta la recuerdo muy bien desde aquel lejano septiembre de 1977. Los colores, las sensaciones, el frío y el miedo que tenía. Nunca más he vuelto a soñarla. En realidad yo no tengo sueños recurrentes. Sí vuelvo a encontrarme con paisajes y escenarios más o menos constantes a lo largo de los años y los sueños. Pero no repito situaciones. Cada sueño es diferente. Unos buenos (los más) otros malos (los menos) pero nunca se repiten.

Bueh... ¿Por qué os cuento todo esto? Los que me conocéis ya sabéis que soy un pelmazo que no sabe presentar una película sin recurrir a la subjetividad más aberrante y ofensiva. Y reconozco que esto de contaros pesadillas absurdas que tenía cuando era un crío (y en las que además no pasaba nada) ya pasa de castaño oscuro y roza la chifladura… Pero es que al ver esta película reconocí en ella (lo juro!) aquella pesadilla mía de 1977. Algo inquietante de verdad, mes amis. De hecho, quizás sea esa la causa principal de mi enganche con esta peli, de mi absoluta y subjetiva rendición. Es como si con aquel sueño el crío de once años que yo era hubiese adivinado el escenario, el paisaje, el espíritu, la atmósfera extraña y fría de esta cinta (que sí, que había sido rodada y estrenada unos cuatro años antes. Pero que yo no había visto en absoluto. De hecho, la primera vez que le eché el ojo fue hace apenas año y medio). Incluso el color y la textura de la fotografía, la curiosa frialdad del ambiente, la inquietud que producen las pinturas murales del chalet del padre de Arletty Long, las calles semivacías, la normalidad aparente pero llena de desazón. Todo me resultó familiar, ya conocido... No fue un Dèja-Vu de ésos, en absoluto. Fue, simplemente, que yo ya había estado allí. En septiembre de 1977 soñé que mi pueblo era Point Dune y que la Luna de Sangre se alzaba sobre un cielo rojo oscuro, casi negro en un atardecer interminable.
Pues eso. Avisados estáis de que (como me ocurre casi siempre… Esto empieza a ser preocupante. E insoportable) no voy a ser imparcial. Esta película me ha tocado algo por ahí adentro. No es que la haya hecho mía, es que siempre lo ha sido. Sin saberlo, sin tener noticia de ella, sin haberla visto nunca hasta hace relativamente poco tiempo la reconozco como parte de mí, como algo que ha estado ahí, al lado, toda mi vida. Al menos desde hace treinta y cuatro años (desde septiembre de 1977).
Bueh... Pues aclarado esto, vamos con la película, que es lo importante.
Messiah Of Evil (también conocida como Dead People) es, para mi indigente y subjetivísimo criterio, una auténtica joya, una pequeña obra maestra. Tan perfecta, inteligente, elegante, impecable, efectiva y original (sí, todo eso) que uno no entiende cómo no figura en las enciclopedias sobre el género como un auténtico clásico del Terror de los 70’s (cosa que, sin lugar a dudas, es; con todas las consecuencias).
Por contra (y para variar) la peli es bastante desconocida. En realidad, totalmente desconocida para buena parte del público (incluidos, y eso es más grave, los propios aficionados al cine de horror).
Algunas reseñas aquí y allá, comentarios (por lo general favorables) a pie de página en libros como American Gothic; El Cine de Terror USA 1968-1980 y encendidos elogios (aunque también breves) en libros tan entrañables e importantes como ese viejo clásico que es El Vampiro En El Cine, de David Pirie (que, de hecho, se cierra con una especie de elegía triste y resignada a esta peli, doliéndose de la escasa repercusión que había tenido, todavía reciente su estreno). Pero no mucho más.
Las razones son varias. En primer lugar, la película pasó casi desapercibida cuando se estrenó, en 1973. En un evidente paralelismo con otro gran clásico “oculto” (pero que el tiempo ha terminado reivindicando totalmente) como es The Wicker Man, el hecho de haber sido estrenada precisamente ese año la condenó de forma irremisible. En efecto, en 1973 llegó a las pantallas El Exorcista, lo que supuso algo así como un punto de inflexión en el género terrorífico. La película de Friedkin creó un auténtico subgénero; tras ella las pantallas de todo el mundo se vieron inundadas por un aluvión de posesiones demoníacas y satanismos varios. Las cintas que abordaban el terror desde otras premisas (y más, como era el caso de las dos citadas, si jugaban cartas tan originales como lo hacían ellas) fueron anegadas por la avalancha satanista. Su recorrido comercial (cuando lo hubo) fue, más que fugaz, casi inexistente. Se cayeron, literalmente, de las carteleras para dejar paso a las nuevas producciones.
Con semejante punto de partida, lo que vino después estaba cantado. A pesar de ser películas que daban sopas con honda a la mayor parte de sus contemporáneas (estamos hablando de Messiah Of Evil y de The Wicker Man), nadaban contra corriente. Esa invisibilidad inicial las condenó a una especie de limbo extraño, en el que nadie se acordaba de ellas por la sencilla razón de que prácticamente nadie las había conocido antes.
Messiah Of Evil se vio lastrada, además, por otras circunstancias. Su exiguo presupuesto, su condición de obra primeriza e independiente y hasta su mismo título parecían emparentarla con las producciones de serie sub-B que tanto menudeaban en la época (toda esa corriente de satanismo rural y comunitario del que algunas veces os he hablado y que no tiene nada que ver con El Exorcista y lo que éste desencadenó. Ni estética ni espiritualmente) y cuyo destino eran los autocines y salas de sesión doble en los barrios periféricos. Pero al no ser ni una cosa ni otra, quedó aislada en una tierra de nadie a la que ningún aficionado acudió a rescatarla durante muchos, muchos años.
Y eso que hubo modestos intentos de relanzarla (para amortizar la inversión, supongo) a lo largo de los años 70’s. Una de esas historias tristes que siempre consisten en lo mismo. Sucesivos reestrenos (siempre fallidos) con diferentes títulos, algunos sugerentes como Dead People o The Second Coming (éste para apuntarse a la desesperada a la moda “exorcista”, quizás), pero otros tan tramposos y falaces como The Return Of The Living Dead (ya a finales de la década, en un intento de beneficiarse del exitoso come-back de los zombis de Romero tras el estreno de su Dawn Of The Dead) o, directamente absurdos, como Deep Swamp (¿Qué coño querían decir con lo de Pantano Profundo?). Vanos esfuerzos por aprovechar modas diferentes, trampas a las que las distribuidoras han recurrido una y otra vez, intentando hacer pasar a ciertas películas por algo que no eran y tratando de colar gato por liebre (aunque en este caso, la mercancía era de primera... Bastante mejor que los subproductos exploit junto a los que se la empaquetaba).
Y, en el fondo, ese malditismo, esa jodida mala suerte que Messiah Of Evil tuvo, no deja de ser algo también extraño. Porque sus autores, la pareja formada por Willard Huyck y Gloria Katz, no eran unos indocumentados. Amigos de George Lucas desde sus días en la Facultad de Cine, fueron los guionistas de su entrañable (y absolutamente clásica) American Graffitti, e incluso posteriormente llegaron a participar en el guión de La Guerra De Las Galaxias y a colaborar con Spielberg en la segunda entrega de Indiana Jones. Vamos... que la pareja estaba en el sitio donde había que estar y conocía a la gente que había que conocer. Hasta el punto de que el propio Lucas encargó a Huyck la dirección de Howard The Duck (Howard, Un Nuevo Héroe), una apuesta que resultó fallida pero que demuestra hasta qué punto Willard y su esposa formaban parte de la elite más celebrada del Hollywood de la época. Así que con esos mimbres, no deja de resultar algo raro que su ópera prima (de la que no tenían por qué sentirse avergonzados. En absoluto) no fuera reivindicada antes. También es cierto que Huyck no tuvo una carrera prolífica y que las escasas películas que dirigió aparte de las reseñadas no fueron, precisamente, obras de arte.
Por otra parte, tampoco el reparto está compuesto por absolutos desconocidos. Michael Greer y Marianna Hill, la pareja protagonista, sin ser unas estrellas mantuvieron una carrera más o menos constante desde los años 60 hasta los 80 (bien es verdad que sobre todo en TV). Lejos de encasillarse en el género, sus apariciones son bastante heterogéneas. Anitra Ford es una vieja conocida nuestra; especialista en entrañables series B como Invassion Of Bee Girls, también terminó en el medio televisivo. La rubia y pizpireta Joy Bang (qué pedazo de nombre, vivediós!!) tuvo su humildísimo momento de gloria entre finales de los 60’s y principios de los 70’s, llegando a ser medio novia del genial chiflado Keith Moon (batería de los Who), aunque abandonó la interpretación a mediados de la década y desde entonces nunca más se ha sabido de ella (salvo que se dedicó a trabajar como enfermera. Su auténtica vocación). En cuanto a Royal Dano o el magnífico Elisha Cook Jr, ¿Qué puedo decir? Eran excelentes secundarios, verdaderos y eficaces todoterreno, que lo mismo hacían un western que una comedia o una de gángsteres y que tuvieron carreras muy largas (iniciadas en plenos años 50 en el caso del primero y en los mismísimos 30 en el del viejo Cook).
Sea como fuere, el caso es que hasta hace relativamente poco la peli no fue debidamente reivindicada. Me consta que se editó en VHS en USA durante los 80’s (y quizás en algún otro sitio). Y que luego conoció un par de ediciones en DVD absolutamente infames (como ripeos de VHS mal hechos). Fue por entonces cuando los aficionados comenzaron a tener acceso a ella, a valorarla y a defender su condición de auténtica joya, como dan fe algunos comentarios y reseñas que pueden encontrarse en internet. Por fin, el año pasado, Code Red realizó una reedición en condiciones para Zona-1 (USA), en un DVD decente que incluye extras (entrevistas, cortometrajes de Huyck y Katz, etc) y en la que película fue restaurada y remontada por los autores (algo así como el Director’s Cut, incluyendo metraje adicional). De ahí ha salido este ripeo.
La edición venía sin subs de ninguna clase, y no me quedó otra que hacerlos ex-profeso. Cuando ya los tenía terminados, descubrí que nuestros primos franceses habían editado también un DVD bastante potable con la versión original, la “Theatrical”, la de toda la vida, que incluía subtítulos en gabacho. Si lo llego a saber antes, me habría ahorrado un trabajo de chinos. Pero bueh... Ya estaba hecho. Y, al menos, aproveché la edición francesa para repasar los diálogos y comprobar que mi traducción “de oído” no era intolerablemente mentirosa, ejem.
Así que allá va nuestro particular granito de arena (lo de nuestro lo digo por mí y por vosotros... o eso espero), mes amis, y a ver si entre todos la convertimos por fin en el clásico que siempre mereció ser.
Como he avisado antes (y como me pasa casi siempre) no voy a ser imparcial. Así que todo lo que os cuente tenéis que ponerlo en cuarentena para no crearos demasiadas expectativas (y, de paso, perdonar a este pobre viejo que se deja llevar con excesiva frecuencia por sus bajas pasiones).
Messiah Of Evil es una película rara en varios sentidos. Y todos positivos. Realizada durante la primera mitad de los 70’s, tiene débitos e influencias de muchas cosas anteriores y, al mismo tiempo, es tremendamente original. Mantiene cierta conexión con esa corriente de satanismo hillbilly del que os he hablado alguna vez, sí... pero con muchos matices. Tantos como para terminar siendo, en realidad, algo muy diferente. Es cierto que maneja elementos comunes, como la comunidad pequeña, cerrada, amenazadora y hostil hacia el protagonista recién llegado y fuera de lugar. Pero, siendo sinceros, ahí acaba el parentesco. Messiah Of Evil cuenta una historia diferente y, sobre todo, la cuenta de una forma distinta.
Cuando se habla de la influencia de Lovecraft y su obra en el cine se nombran siempre ciertas películas pero nunca, que yo sepa, se cita ésta. Y a fe mía que Messiah Of Evil es, en muchos sentidos, puritito Lovecraft. Bastante más lovecraftiana que algunas de las supuestas adaptaciones de sus historias. Como ya he dicho, no hay satanismos aquí, ni adoradores del diablo, ni nada parecido. Hay cosas más oscuras e indefinidas. En algún momento se habla de una nueva religión, y en otro se alude a los dioses antiguos... Todo eso de la Luna de Sangre (Blood Red Moon) y el Segundo Advenimiento del Forastero Oscuro (Dark Stranger), que surgirá del mar y al que los habitantes de Point Dune esperan durante las noches encendiendo hogueras en las playas, remite a los relatos del viejo Howard Phillips. Y no sólo a él. Hay ecos de ese panteísmo pagano (y terrorífico) que cultivaron a principios del siglo XX autores como Arthur Machen y Algernoon Blackwood. Y también de esa oscuridad opresiva y siniestra, de ese provincianismo hostil, de ese ruralismo degenerado y maléfico que gente como Nathaniel Hawthorne plasmó en algunos de sus cuentos y novelas en el siglo XIX. O del horror crudo, áspero, demoledor de los mejores relatos de Ambrose Bierce.
Pero también hay (y esto es muy importante) conexiones con la historia americana. Con su intrahistoria, mejor dicho... con esa “historia menuda”, “semifantástica”, que vive en la memoria popular, construida a base de viejas leyendas, hechos reales más o menos deformados (cuanto más trágicos y truculentos, mejor) y mentiras evidentes y que existe allí de la misma forma que lo hace en todos los países y culturas del mundo. En este caso, el referente es la famosa Expedición Donner (o Partida de Donner).
Para los que no hayáis oído hablar de ella, os voy a contar sucintamente de qué se trata (entre otras cosas porque es importante saberlo para entender algunas cosas de la película... O, mejor dicho, para seguir sin entenderlas pero saber, al menos, de qué están hablando. Y establecer ciertas conexiones, jejejeje):
En 1846 una caravana formada por varias familias de granjeros (mujeres y niños incluídos) y dirigida (o algo parecido) por dos colonos llamados Donner y Reed, decidió emigrar desde el Este hacia California, atravesando los desiertos y sierras que se extendían entre las fronteras occidentales de los Estados Unidos (que sólo llegaban hasta lo que ahora sería el Mid-West. A partir de ahí y hasta la costa californiana, se abría un inmenso vacío de cientos de miles de kilómetros cuadrados, teóricamente bajo soberanía mexicana, compuesto por desiertos, montañas, bosques y praderas y, salvo en el extremo sur –actuales Texas y Nuevo México-, prácticamente deshabitado) y la costa del Pacífico. La típica historia a la que tan acostumbrados estamos por haberla visto en infinidad de películas del Oeste. Como ocurrió miles de veces (antes y después) la caravana encontró muchas dificultades en el camino, aunque en este caso se volvieron especialmente graves al desencadenarse una ola de frío (con tremendas nevadas) que la sorprendió atravesando Sierra Nevada (una parte de las Rocosas). El frío y las tormentas de nieve y hielo mataron al ganado de carne y tiro. Los pioneros tuvieron que refugiarse en cuevas, totalmente aislados y sin posibilidad de establecer contacto ni con su base de partida ni con su todavía lejano destino. Durante aquel crudísimo invierno no pudieron moverse ni un paso, agotando sus provisiones y siendo víctimas de enfermedades y todo tipo de penalidades. De los casi 100 miembros originales, sólo sobrevivieron la mitad, que fueron finalmente rescatados en la primavera de 1847 por una partida proveniente de California. Los supervivientes fueron tratados como héroes y, establecidos en varias zonas del estado occidental, tuvieron unas vidas relativamente prósperas. Un final feliz.
Pero lo que ha hecho que la Expedición Donner figure en el imaginario popular americano es algo que sólo se supo un tiempo después: los que sobrevivieron durante aquellos meses de invierno lo hicieron devorando los cadáveres de sus compañeros muertos por frío o enfermedad. El agotamiento de las provisiones y la absoluta imposibilidad de conseguir otras había obligado a los supervivientes a practicar el canibalismo.
Os suena ¿Verdad?
Ha ocurrido más veces. Ésa no fue ni la primera ni la última.
Pero a partir de entonces la Expedición Donner adquirió un carácter legendario, entreverado de imágenes truculentas y connotaciones siniestras y pasó a formar parte de esa “historia maldita”, esa historia oculta, menuda, de los Estados Unidos que poco a poco va convirtiéndose en leyenda, en patrimonio de la memoria popular y es progresivamente transmitida, asumida y deformada en una especie de sucedáneo de la antigua tradición oral (insisto... En todos los países pasa lo mismo. Lo que ocurre es que USA, por su devenir histórico mucho más breve, ha de recurrir a elementos más recientes, más modernos y, por decirlo de alguna forma, menos fantásticos).
Bueh... Pues eso fue la Expedición (o Partida de) Donner. Lo que los yanquis llaman The Donner Party.
Y, como curiosidad, señalar que hay, al menos, otra película aparte de ésta en la que sale a relucir con implicaciones igualmente oscuras y pseudofantásticas. Se trata de esa curiosa mezcla entre el Western y el cine de terror que se titula Ravenous, que tuvo peores críticas de las que, en mi humilde opinión, merecía y que algún día habrá que reivindicar también, aunque sea con menos entusiasmo. Pero vaya... Ésa es otra historia...
En la película sólo nombran la Expedición Donner una vez, pero insisto en que creo que es importante saber de qué se trata para (no) entender algunas cosas. Y lo de “no entender” es literal, mes amis, no estoy haciendo un chiste. Messiah Of Evil es, ya os lo he dicho, una película rara en todos los (buenos) sentidos, incluyendo la historia que nos cuenta y la forma de hacerlo. Entendedme, no recurre a experimentalismos ni nada parecido, de hecho es bastante convencional desde el punto de vista narrativo. Pero sí es cierto que toda la cinta tiene un aire onírico tremendo, como si los autores filmasen una pesadilla.
Sí... Eso es... De eso se trata en realidad. Messiah Of Evil nos cuenta una pesadilla. Desde las imágenes iniciales (que parecen no guardar ninguna relación con el resto) hasta el mismo final, todo es como un mal sueño, horrible, agobiante.
A despecho de lo que alguno podría pensar, no es un problema de guión. El guión (o eso me parece a mí) está bien como está y cuenta lo que quiere contar. Las situaciones e imágenes que evocan un mal sueño se suceden una tras otra (la llegada de Arletty a la gasolinera y la irrupción del negro albino, los dependientes de la galería de arte, el viejo borracho contando la extraña historia de la Luna de Sangre en el motel Seven Seas a Tom y sus compañeras, la misma presencia de éstos y su indefinida relación, la decoración de la casa del padre de Arletty, las abracadabrantes escenas en el supermercado y el cine, la odisea de Tom por las calles de Point Dune en plena noche, la aparición de la patrulla policial). Respetando las convenciones narrativas y sin caer en experimentalismos, la película nos va sumergiendo, cada vez más profundamente, en una sensación de absoluta pesadilla. Las incoherencias, los cabos sueltos, las aparentes contradicciones, la falta de explicaciones, la indefinición en los personajes, el uso de la iluminación y el color, la planificación de las escenas, todo funciona en el mismo sentido y termina apoderándose de nosotros, llevándonos a donde los autores querían llevarnos.
Insisto, yo creo que los supuestos fallos de guión (de los que alguien ha acusado a Huyck y Katz) no son tales... Son parte de una estrategia consciente, encaminada a dotar de un aire surrealista, onírico a toda la película. Y lo consiguen, desde luego.
Por supuesto que, a pesar de su originalidad, la película no nace por generación espontánea y tiene un montón de débitos con cosas anteriores. Pero de ahí a asegurar (como he leído en algún sitio; en este internete de nuestros pecados) que es una especie de remake de Carnival Of Souls o una mera exploitation de The Night Of The Living Dead va un abismo. Es cierto que algo de esas dos películas hay en ésta. Pero menos de lo que parece. De la primera toma el aire onírico del que ya hemos hablado, la indefinición, la contención (dentro de un orden y de una forma bastante libre). De la segunda (también con sus débitos a la anterior, por cierto) coge alguna cosilla más y con mayor concreción, aunque no voy a extenderme en ello para no destripar nada.
Pero no sólo de esas dos cintas aprovecha referencias, mes amis. Ya antes he hablado de la tenue relación que puede guardar con ese subgénero del satanismo hillbilly (la más forzada, la menos importante, que conste). Y ahora me gustaría señalar una nueva influencia, bastante más curiosa, inesperada e importante: la del cine de Terror europeo continental de la época (finales de los 60’s y principios de los 70’s), sobre todo del giallo italiano. Efectivamente, hay un “no sé qué” impreciso y etéreo que relaciona esta película con el subgénero “amarillo” que en Italia (y no sólo allí) conocía su edad dorada. No es la historia, ni la línea argumental, es otra cosa. El espíritu, la estética. La forma de planificar algunas escenas, el prurito pop-art que late en buena parte de la película, la visión de las calles vacías durante la noche mientras los escaparates están iluminados y los tubos de neón parpadean, los murales que decoran las habitaciones de la casa del padre de Arletty, la frialdad “ambiental” y “anímica”, el uso de la iluminación y de los colores (azules, rojos). Cosas así. Incluso la caracterización de los personajes, su aparente inconsistencia (poco sabemos de ellos. Poco se nos cuenta sino es en cuatro brochazos) guarda relación con el giallo. Coñe... Si hasta el propio Tom, con su traje chaleco blanco y su sombrero de ala ancha parece recién salido de una película italiana: Y, para que no queden dudas, el personaje ni siquiera es realmente americano. Es de origen portugués (o español... no queda claro del todo). En cualquier caso, europeo continental... Yo creo que esos detalles aparentemente menores son un guiño, una confesión evidente de esas influencias que he apuntado. Pero bueh... Ya saben voacés que mis teorías, más que peregrinas, suelen ser directamente disparatadas.
¿Qué les parece a vuesas mercedes? Una película con influencias y resabios de Howard Phillips Lovecraft y otros autores de terror heterodoxo (Machen, Blackwood, Hawthorne, Bierce), que recurre a motivos de la tradición histórico-legendaria de Estados Unidos, que maneja además elementos de títulos tan característicos como Carnival Of Souls o The Night Of The Living Dead, que va a contracorriente de su tiempo y su lugar, que no sabemos con certeza si es de zombies o de vampiros y que hasta entronca, en espíritu y estética (las opiniones son libres) con el Giallo italiano y todo ese rollete europeo de principios de los 70’s. ¿A que suena raro y sugerente? Pues todo eso (y mucho más) es esta maravillosa Messiah Of Evil que me tiene deslumbrado y que espero que a voacés les guste siquiera sea una décima parte de lo que me gusta a mí.
En cuanto a la versión de la que está sacado este ripeo, ya he comentado que se trata de la reciente edición de Code Red en USA y que pretende ser la versión definitiva y completa, el Director’s Cut, con un montaje ligeramente diferente al que se estrenó en su día y el metraje ampliado en unos minutos.
No obstante, quiero señalar que esta versión definitiva, a pesar de haber completado y mejorado la película, ha eliminado un detalle de la original que, al menos a mí, me parecía muy acertado.
Hablo de la escena inicial, con la que se abre la peli. Ésa en la que un hombre corre por las calles vacías en medio de la noche, huyendo de algo que no sabemos qué es. En esta versión “del director” la escena aparece tal cual, con el sonido ambiente y sin ningún tipo de música de fondo. En cambio, cuando se estrenó en su día, esa escena tenía un fondo musical. Y no era un motivo circunstancial o de creación de ambiente, nada de eso. Sonaba una canción titulada Hold On To Love, compuesta por una tal Eliane Tortel y cantada por otra (para mí) desconocida llamada Raun McKinnon. Es una canción rara (para variar), con cierto aire retro a lo años 30, dramática y afectada. Una canción de amor orquestada e intensa, pasada de moda, que no pega en absoluto con las imágenes ni con el resto de la película pero que, precisamente por eso, ayuda a incrementar todavía más la sensación de extrañeza casi surrealista, de absoluta pesadilla que tiene toda la cinta.
Tan curioso me parecía el efecto que no he podido evitar la tentación de ripear del DVD francés la escena (exclusivamente eso… La escena inicial) y colgarla también, como una especie de extra, para que puedan voacés comparar y comprobar si tengo o no razón.
Y nada más, mes amis.
El ripeo lo he hecho yo mismo del DVD americano. Los subs (ya lo he comentado) también los elaboré yo, y “de oído”, para hacerlo más difícil. Como he advertido en otras ocasiones, intento respetar escrupulosamente el sentido de las frases y diálogos, pero evito en lo posible la excesiva literalidad.
El archivo pesa bastante (casi 1,5 Gb), va dividido en 15 partes con File Splitter & Joiner. El decimosexto enlace es el de los subtítulos. Y, como ya he comentado, añado un último enlace (el 17º) para que puedan descargar la escena inicial tal como aparece en la película original, la estrenada en su día, en la que suena la extraña canción que fue suprimida en el Director’s Cut.
Pues eso, que voacés disfruten esta peli siquiera sea la centésima parte de lo que la he disfrutado yo.

Felices pesadillas, mes amis.






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viernes, 30 de septiembre de 2011

The Legend Of Hell House (UK 1973) V.O.S.E.



Sinopsis:

La Casa Belasco es una enorme mansión construida a principios del siglo XIX por el excéntrico y depravado millonario que le ha dado el nombre. El edificio arrastra, desde la desaparición de su antiguo propietario, la terrible fama de estar encantada, hasta el punto de que varios intentos de acabar con su mala reputación han terminado de forma trágica. El nuevo propietario está decidido a volver a intentarlo y para ello contrata a un equipo formado por dos médiums y un físico especializado en campos de energía. Los tres, junto a la esposa de este último, deben pasar una semana en la casa y desentrañar el misterio.





Ficha Técnica

Director: John Hough / Productora: Academy Pictures Corporation / Guión: Richard Matheson (basado en su novela Hell House) / Fotografía: Alan Hume / Música: Derbyshire y Brian Hodson / Montaje: Geoffrey Foot / Intérpretes: Pamela Franklin, Roddy McDowall, Clive Revill, Gayle Hunnicutt, Roland Culver, Peter Bowles, Michael Gough / Nacionalidad y año: Reino Unido 1973 / Duración y datos técnicos: 95 min. Color. DVDRip. Versión original en inglés con subtítulos en archivo aparte.



Comentario
Decir que The Legend Of Hell House es una de las mejores películas de casas encantadas que he visto nunca puede sonar a una de mis típicas exageraciones a la hora de presentar un posteo. Sí... Ya sé... Soy incorregible, y este tipo de cosas sólo sirven para crear expectativas que, muchas veces, se ven defraudadas y, en consecuencia, ir reduciendo progresivamente la credibilidad de mis recomendaciones. Pero lo siento, mes amis. Soy así. Ya me vais conociendo. No lo puedo evitar.
Pues eso. The Legend Of Hell House es, ciertamente, una de las mejores películas de casas encantadas que he visto nunca. La mejor, de hecho, junto a The Haunting (Robert Wise 1963). Y lo digo con todas las consecuencias. LA MEJOR. Con todas las letras. Lejos, lejísimos de esos sucedáneos absolutamente inanes que en las últimas décadas (desde los años 90) ha perpetrado la industria a base de efectismos baratos, directores mongoloides, guiones escritos por críos de quince años (y dirigidos a chavales todavía más jóvenes, ejem), pésimas interpretaciones y los puñeteros, inevitables y omnipresentes efectos digitales que, a mí, me resultan más artificiosos que los dibujos animados de toda la vida.
Al contrario que en ésas, en The Legend Of Hell House las interpretaciones son excelentes (las de los cuatro intérpretes, porque no hay más… pero especialmente las de Roddy McDowall y la adorable Pamela Franklin, casi especializada en el género), la dirección es de una eficacia apabullante, los efectos especiales prácticamente innecesarios (pero resultones, cuando hacen acto de presencia) y el guión un prodigio de sobriedad e inteligencia, que consigue meternos el miedo en el cuerpo a partir del momento en que el grupo protagonista cruza la puerta de la mansión (si no antes) y mantenernos en tensión y con los pelos de punta durante la hora y media que dura la peli. Claro que viniendo de la mano del genial Richard Matheson, la duda casi ofende. Por cierto que Matheson no hizo sino adaptar su propia novela de casi idéntico título, publicada un par de años antes (en 1970 o 1971) y con una fidelidad casi pasmosa. El material era excelente, así que no hacía falta mucho esfuerzo (no obstante, seguro que si ahora le dedicasen un remake, serían capaces de crear la típica basura infográfica para público adolescente que se lleva en estos tiempos. No lo dudéis).
Yo vi esta peli con quince o dieciséis años, en el invierno de 1981-82, en la tele (la 2ª de TVE, el UHF que todavía se decía entonces) en un ciclo presentado por Chicho Ibáñez Serrador, titulado Mis Terrores Favoritos. Qué maravilloso programa fue aquel, coñe... Para un chaval como yo, aficionado desde temprano al terror cinematográfico y literario, era un auténtico regalo (la selección de pelis era espléndida. Al menos en esa primera temporada, que es la que yo vi). Y seguro que para cualquiera que pudiese verlo y lo recuerde habrá sido algo así como el inicio de su querencia, lo que despertó su interés en el género.
Uno habría jurado que el propio Chicho era el que seleccionaba las películas que se programaban, pero el día en que presentó ésta confesó que no la había visto nunca, y que albergaba serias dudas sobre su calidad (quizás el título le pareció demasiado tremendista). De hecho, escenificó la cosa “lavándose las manos”, literalmente… aunque en lugar de agua, utilizó sangre (o lo que por tal pasaba) en una de sus bromas de humor negro. Bueh… El caso es que a la semana siguiente, al volver a salir para presentar la peli de turno (ahora no recuerdo cuál era) volvió a mencionar la cosa y dijo que, pese a sus impresiones y comentarios referidos a La Leyenda De La Mansión Del Infierno, al haberla visto por fin (al mismo tiempo que nosotros, según él) la había encontrado verdaderamente buena, impecable, y que se retractaba de su prejuicios.
Yo no sé si don Narciso era realmente sincero o si todo formaba parte de una de sus particulares puestas en escena televisivas (en las que era un genio). Pero como fue os lo cuento. Al menos tal y como lo recuerdo (han pasado ya 30 años. Casi ná…).
Pero volviendo a la cinta, que es lo importante, me gustaría añadir algunas cosas más.
Su director, John Hough, había velado armas dirigiendo algunos episodios de la mítica serie británica Los Vengadores (cantera y pista de pruebas de algunos otros destacados realizadores y guionistas del Brit-Terror setentero, por cierto). Y, antes y después de esta peli, hizo cosas más que notables. Suyas son la interesantísima y hammeriana Twins Of Evil (Drácula Y Las Mellizas) y las producciones Disney Escape To Witch Mountain (La Montaña Embrujada) y su secuela Return To Witch Mountain (Los Pequeños Extraterrestre) que conocieron cierto éxito. En cualquier caso, no se prodigó demasiado en el género terrorífico, tocando, por así decir, varios palos. Unas veces con más acierto y otras (como en una de las secuelas de Un Hombre Llamado Caballo y algunas pelis más) con menos y alternando la pantalla grande con el medio televisivo. En cualquier caso, en The Legend Of Hell House estuvo sembrado, como suele decirse, y la película le salió absolutamente redonda, perfecta.
Curiosamente, cuando la película se estrenó alcanzó cierto éxito, hizo una respetable taquilla y tuvo un recorrido comercial normal. ¿Por qué comento esto como algo “curioso”? Pues porque en muchas ocasiones he hablado de esa especie de “crack”, de esa suerte de cesura que para el género terrorífico en general y para algunas películas concretas en particular supuso el estreno a finales de 1973 de El Exorcista. Y esta peli que ahora os presento es, precisamente, de ese año. No obstante, a diferencia de lo que les ocurrió a dos estrictas contemporáneas suyas como The Wicker Man o Messiah Of Evil (por citar dos joyas especialmente preciosas, dos auténticas películas-fetiche de este intratable sargento) a The Legend Of Hell House la cosa no le perjudicó demasiado. Ya digo, sin ser un boom de taquilla, tuvo su recorrido y su éxito.
¿Por qué unas sí y a otras no? No lo sé, la verdad... Las tres son espléndidos ejemplos de terror, obras espléndidas, redondas, auténticos clásicos del género. No obstante, y a modo de hipótesis, es posible que a favor de la cinta de Hough jugase un elemento que las otras dos no manejaban. A ver si sé explicarlo... Mientras que The Wicker Man y Messiah Of Evil son cintas difícilmente clasificables, que abordan historias de terror desde un punto de vista absolutamente original y novedoso, la historia que The Legend Of Hell House es más clara, más definida, más reconocible. Se trata de una peli de casa encantada strictu-sensu. No despista, no induce a equívocos. El eficaz tratamiento (y el excelente guión de Matheson) puede ser más o menos original, más o menos realista, pero no se permite ninguna alegría, ninguna indefinición. Da exactamente lo que promete. La gente que acudió a verla en su día al cine sabía lo que iba a ver (más o menos).
Bueh... Acabo de decir eso y tengo que matizarlo.Porque (no os riáis) lo cierto es que The Legend Of Hell House sí que hace trampas. Mejor dicho... hace una trampa, una sola. Sí, mes amis, hay un pequeño engaño ahí, un señuelo para atraer público, uno solo. Y ese señuelo, ese cebo tramposillo y mentiroso es el cartel elegido para su estreno (e, incluso, el propio título). Me explico: Observad otra vez el cartel de la peli, esa imagen tremendista de la calavera (con un globo ocular ocupando una de sus cuencas) sobre la casa maldita, mientras ésta chorrea sangre sobre una mano femenina. Todo muy tremebundo y horrible, muy espantoso, como de mucho miedo y mucha carnicería; muy poco sutil, la verdad. A cada uno os evocará una cosa, desde luego, pero seguro que, en general, todos coincidiréis en imaginar cierta truculencia visual, cierta explicitud sangrienta (no necesariamente gore). Pero nada más lejos de la realidad, mes amis. Porque la película elude radicalmente las explicitudes, las truculencias y hasta la sangre... No voy a decir que no sale ni una gota, porque alguna sí que sale (vamos... pero sólo dos o tres... Gotas, digo) y, desde luego, tampoco voy a destripar nada aclarándoos que en The Legend Of Hell House el Mal, la amenaza que anida en la casa y se cierne sobre los protagonistas, no necesita materializarse, ni adquirir forma, ni convertirse en un monstruo feo y malencarado con afición a destripar a nadie para dar muchísimo miedo. Lo mismo ocurre en esa otra inmensa película que es The Haunting (Robert Wise, 1963) y que junto a ésta forma el doblete de las, para mí, mejores cintas de casas encantadas del cine de terror moderno. Al fin y al cabo ¿Para qué diablos traicionar la historia, la atmósfera y, sobre todo, la inteligencia del público, dando forma física a algo que no la necesita para nada? A ver si aprenden de ellas los subdesarrollados mentales que dominan la industria en la actualidad y que son incapaces de hacer una película de terror fantástico sin meter, aunque sea con calzador, un monstruo o fantasma hecho con esa especie de dibujos animados sin gracia que llaman “efectos digitales”.
Y antes de terminar quiero añadir dos cosas más. La primera tiene poca relación con lo estrictamente cinematográfico; es, simplemente, otra de mis chifladuras sin importancia. Se trata del nombre del antiguo propietario de la casa, y de la casa en sí. Un tal Emerich Belasco (la mansión se conoce como Casa Belasco). Nombre castizo e hispánico donde los haya, vivediós (aunque en el listín telefónico aparece muchas más veces con V que con B, ejem). Bien... Cualquiera pensaría que el tío Emerich era de origen español o asimilable. Si bien en la peli no hacen alusión a ello en ningún momento en la novela Matheson presenta al individuo (y a su apellido) como de origen magiar. Húngaros, vaya...
Es posible que el apellido exista en Hungría y que sea una coincidencia, pura homofonía (como, por ejemplo, Bela-Vela. De hecho, hay una cineasta francesa de origen húngaro que se llama Josianne Balasko, o algo parecido). Pero como que no puedo evitar mencionar la cosa... Siempre me ha hecho gracia eso de que en algunas pelis anglosajonas asignen a apellidos claramente españoles (ahora mismo recuerdo Manero, Balboa o Vega, todos procedentes de pelis muuuuy famosas) un origen muy distinto del que les corresponde (italiano en esos tres casos. Pero hay más ejemplos). Quizás en este caso no se trata de eso, sino, ya lo he dicho, de una simple cuestión de homofonía. Pero bueh... no puedo evitar nombrarlo.
La segunda es un detalle con su punto mitómano. Como ya os he dicho, en esta película apenas salen cuatro actores, los componentes del equipo investigador en la mansión encantada (Roddy McDowall, Pamela Franklin, Clive Revill y Gayle Hunnicutt). Aparte de ellos también aparecen un par de personajes, al principio (el actual propietario de la casa, que les encarga el trabajo, encarnado por Roland Culver, y una especie de guardés al que da vida Peter Bowles) aunque éstos salen sólo un minuto o dos. Bueh... Pues además de esos seis, también hace una brevísima (y curiosa) aparición el entrañable Michael Gough, todo un icono del viejo Brit-Terror clásico, con su aspecto de gentleman impecable, tan apropiado para protagonizar una novela de Wodehouse como para encarnar una especie de réplica británica a Vincent Price. Esas cosas (lo de la aparición de Mr Gough, digo) siempre son detalles de agradecer, coñe.
Y nada más, maeses. Por esta vez ya está bien de rollo.
Sólo insistir en lo que les dije al principio. Para mí (y junto a The Haunting) ésta es la mejor película de casas encantadas que he visto nunca. En serio.
Que voacés disfruten de la peli tanto como lo he hecho yo





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jueves, 29 de septiembre de 2011

Captain Kronos, Vampire Hunter (UK 1972) [Hammer] V.O.S.E.





sinopsis:
El lugar: una comarca centroeuropea germanófona (o eso parece). El tiempo: algún momento indeterminado de la segunda mitad del siglo XVIII. Una serie de extrañas muertes en las que las víctimas aparecen sin una gota de sangre y con un aspecto horriblemente envejecido (a pesar de ser jóvenes) hace que el doctor Marcus, médico local, requiera la presencia de su antiguo conmilitón Kronos, y su ayudante, el jorobado profesor Grost.
El capitán Kronos (ducho en el arte de la esgrima y veterano del Ejército Imperial) y el profesor Grost no son médicos, ni detectives, ni policías... Son una especie de equivalente (en su época) a las actuales empresas de desratización y desinfección.
Son cazadores de vampiros...




Ficha Técnica

Director: Brian Clemens / Productora: Hammer Films. / Guión: Brian Clemens / Fotografía: Ian Wilson / Música: Laurie Johnson / Montaje: James Needs / Intérpretes: Horst Janson, John Cater, Caroline Munro, John Carson, Wanda Ventham, Shane Briant, Lois Dane, Ian Hendry, William Hobs, Brian Tully, Robert James, Perry Soblosky, Paul Greenwood, Lisa Collins, Susana East, John Hollis, Elisabeth Dear / Nacionalidad y año: Reino Unido 1972 / Duración y datos técnicos: 91 min. Color DVDRip. Versión original en inglés con subtítulos en español en archivo aparte.


Comentario
A principios de los 70’s el género terrorífico estaba cambiando a toda velocidad. La vieja escuela británica, con sus resabios góticos y su estética clasicista y elegantona se hacía a un lado para dejar paso a una nueva tendencia, mucho más explícita y truculenta. Había que buscar nuevos lenguajes, nuevos recursos, nuevas ideas para seguir provocando esa misma sensación de “agradable y reconfortante” escalofrío en las jóvenes generaciones de espectadores, muy diferentes de sus hermanos mayores en cuanto a gustos y exigencias. Para lograrlo, las películas de terror cada vez recurrían más al tremendismo visual (pre-gore) y, tangencialmente, a un erotismo menos elusivo, más explícito (dentro de un orden). Los argumentos abandonaban los motivos sobrenaturales y “de época” para ofrecer ambientaciones contemporáneas y horrores más realistas, mientras la carga erótica (que siempre había estado ahí, ojo... aunque de forma más elusiva) se dejaba de sutilezas y empezaba a recurrir al menudeo de desnudos femeninos (benditos sean, por lo demas, ejem).
Efectivamente, los protagonistas de las cintas de terror de principios de los 70’s ya no son criaturas fantásticas como vampiros, o fantasmas... Son monstruos humanos, de carne y hueso, asesinos psicópatas, familias disfuncionales y enloquecidas, sádicos amorales, gente con problemas psicológicos. En realidad, el cambio de rumbo comienza a detectarse a finales de los 60’s. Cosas como Horror House, Twisted Nerve o Corruption, aunque todavía se mueven “entre dos aguas”, prefiguran lo que va a venir. Pero ya en fecha tan temprana como 1970 se estrena la humilde (no por ello menos notable y eficaz) 10 Rillington Place (El Estrangulador De Rillington Place) en la que, pese a la ausencia de casquería y similares (no hay un gota de sangre en toda la película) ya está codificada buena parte del nuevo lenguaje. La estética feísta y sórdida, la atmósfera fría (esa especie de indiferencia moral), la aparente ausencia de emotividad.
La Hammer, que había conocido su época gloriosa entre 1958 y 1968, empezaba a estas alturas a mostrar ciertos síntomas de crisis (lo que no le impidió firmar, entre 1970 y 1971, auténticas obras maestras como Vampire Lovers, Dr Jeckill & Mrs Hyde o Blood On Mummy’s Tomb). Pero no de agotamiento... porque entre 1970 y su último vagido cinematográfico de 1976 demostró, al menos, una capacidad de esfuerzo, imaginación y riesgo que hace buenos hasta sus errores.
Así, fue capaz de darle una vuelta fabulosa al mito del Dr. Jeckill con la aparición de una (estupenda) señora Hyde. De recuperar la Carmilla de Le Fanu potenciando la cosa erótico-festiva-lésbica en su famosa trilogía Karnstein (de las tres películas, The Vampire Lovers es una absoluta maravilla se mire como se mire. Twins Of Evil aguanta perfectamente el tipo. Sólo Lust For A Vampire baja el listón). De enfocar los horrores del antiguo Egipto bajo el prisma de Stocker y del revival pagano, sin necesidad de recurrir a momias propiamente dichas con la espléndida Blood On The Mummy’s Tomb. De inventarse el Circo de los Vampiros (a medio camino entre Bradbury, los Rolling Stones de la época y los geeks del siglo XIX). De fundir los recursos y estéticas del gótico de toda la vida con el terror psicológico moderno en películas tan satisfactorias como Los Demonios De La Mente. De abordar el tema de Jack El Destripador desde un novedoso punto de vista (similar al apuntado para el Dr Jeckyll). De explicarnos, con detallado realismo británico y espíritu de película histórica, el curioso proceso por el cual se forman las leyendas (La Condesa Drácula). Joder.... ¡¡Hasta llegó a mezclar (gloria eterna le sea debida) los vampiros con las películas de chinos!! (Cuando en el cine de mi pueblo “estrenaron” Kung Fu Contra Los Siete Vampiros De Oro, en 1975, los críos de nueve años supimos que Dios existía y había escuchado, por fin, nuestras plegarias).
La Hammer le echó arrestos y, sobre todo, inventiva... buscando con todas sus fuerzas una salida novedosa que, al final, no la salvó de la crisis y de la muerte por agotamiento. Pero es esa misma búsqueda, ese afán lo que, en realidad, le honra. Y hace doblemente disfrutables las películas que la productora alumbró entre 1971 y 1976.
Captain Kronos Vampire Hunter es un ejemplo perfecto de todo lo que acaba de señalar. En este caso concreto, lo que se intentó hacer fue un atrevido crossover entre el género de Aventuras y Espadachines y el de Terror propiamente dicho.
No es una idea absolutamente original. Ya en los años 30 el escritor americano Robert E. Howard (el creador de Conan) imaginó al puritano y correoso Solomon Kane; una mezcla de Roundhead inglés y Veterano de la guerra de los Treinta Años que, en pleno siglo XVII, se dedica a exterminar monstruos, vampiros y abominaciones varias a golpe de espada y pistolón de yesca. Es evidente que al imaginar la figura del cazavampiros dieciochesco, Brian Clemens (director y guionista de la peli) tenía en mente los relatos de Howard sobre el puritano inglés. Pero eso no quita mérito a la peli ni a la figura del capitán Kronos, que evoca, además de al susodicho, al cowboy hierático y justiciero de los mejores spaghetti-westerns.
En efecto, otra de las influencias destacables de la película proviene, precisamente de ese subgénero italo-americano tan en boga a finales de los 60’s y principios de los 70’s (en serio… sólo hay que ver la peli para darse cuenta). Y no faltan tampoco elementos directamente sacados del cómic de aventuras fantásticas. De hecho, en uno de esos feed-backs que se dan en tantos campos, el propio Kronos llegó a protagonizar alguna aventura gráfica cuando la Hammer, ya a finales de su historia (y de la década) intentó jugar (con escaso éxito) en el campo de los tebeos.
El resultado es una película más correcta y eficaz de lo que a priori podría pensarse. Tremendamente simpática, para nada ridícula ni pretenciosa, y condenadamente entretenida. Hecha para ser disfrutada sin prejuicios (con cierta predisposición de nuestra parte, cierto… Pero de verdad que no cuesta ningún esfuerzo olvidarse de ellos), lo que no deja de ser inevitable en el 99% del género fantástico y de ciencia-ficción. Incluso tiene sus toques de humor (negrísimo, por cierto)… Y si no, echadle un vistazo a la chocante escena en que deben dar muerte al primer vampiro que atrapan, sometiéndolo a diferentes pruebas para saber cuál es el método apropiado para los de su especie, jejejeje.
Se nota la mano de Brian Clemens, experto y eficaz guionista con experiencia tanto televisiva (en la fabulosa serie Los Vengadores, por ejemplo) como cinematográfica. En efecto, suyos son los guiones de la magistral And Soon The Darkness (ya posteada aquí), la maravillosa The Golden Voyage Of Simbad o la notabilísima Dr Jeckyll & Sister Hyde. Como director firmó, además de la que ahora os presento, una película tan estimable como Blind Terror (Terror Ciego). Después volvió al medio televisivo en el que ha seguido hasta la actualidad.
Y, además, la cinta tiene otro punto a su favor que no puede ser pasado por alto: la presencia de la hermosísima y desarmante Caroline Munro, una de las actrices más condenadamente hermosas y mordisqueables de los años 70’s, vivediós.
Pero, por el contrario, también es cierto que no es precisamente la mejor película de la Hammer. Ni siquiera de las más redondas que produjo en esa época de decadencia. Uno de sus principales defectos, si no el mayor, está en las limitaciones interpretativas del protagonista. Horts Janson no es que sea hierático; es que parece un trozo de madera. He visto panes de pueblo con mayor capacidad expresiva que la cara de ese hombre; y el zumbido que hace un ventilador tiene más sentimiento que la dicción de este tío. Mandagüevos. Una cosa es la frialdad y el hieratismo de un Clint Eastwood en los spaghetti-westerns de Sergio Leone y otra la incapacidad de este hombre para hacernos creer que es un ser humano y no un buzón de correos.
También se resiente la peli de cierto ajuste presupuestario mayor del acostumbrado (la Hammer debía de estar apretándose el cinturón... al menos desde 1971), aunque en esto la productora tenía ya mucha experiencia y, como era habitual en ella, apenas se nota.
En cualquier caso, y pese a todas sus virtudes, su simpatía y su audacia, lo del crossover entre espadachines y vampiros fue un intento fallido (y eso que el final se pensó para dejar abierta la posibilidad de sucesivas continuaciones.De hecho, la Hammer llegó a manejar la posibilidad de crear algo parecido a una saga con el capitán Kronos como protagonista, lo que hubiese remarcado todavía más el parentesco antes aludido con el howardiano Solomon Kane y con el mundo del comic). Un camino truncado que no tuvo continuidad (Hay una expresión inglesa para eso... En Historia, digo. Sirve para referirse a una especie de experimentos sociales, económicos o culturales que, a pesar de haber tenido continuidad durante varios siglos y muchas generaciones, al final no han fructificado. No han dejado otra huella que la arqueológica... Por ejemplo, la domesticación de algunos animales –como la hiena-, o colonizaciones como la de Groenlandia por los noruegos entre los siglos XI y XIV. Algo así como Vía Muerta o Calle Sin Salida... Aunque me mataran ahora mismo no podría recordar la expresión... pero ése es el sentido).
Un camino truncado que no tuvo continuidad, digo.

O sí...
Porque películas relativamente recientes, de hace unos pocos años, como Van Helsing (abominable, por lo demás) o Solomon Kane recuperan totalmente esos planteamientos (espadas y sombreros de ala ancha contra chupasangres, vaya... Y duelos de esgrima si es posible...).
Y cosas como Blade o Underworld (por citar pseudo-sagas recientes, igual de abyectas y aberrantes que lsa anteriormente citadas) juegan con todo ese rollo de la “mística guerrera y combatiente” que ya está prefigurada claramente aquí...
Pues eso.

Que voacés disfruten de la peli como lo he hecho yo. Porque de eso se trata, mes amis. De disfrutarla.


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