domingo, 9 de octubre de 2011

Messiah Of Evil (USA 1973) Director's Cut - V.O.S.E.





sinopsis:
Arletty Long viaja hasta Point Dune, un pequeño pueblo costero del norte de California, para reunirse con su padre, un artista retirado que reside allí desde que enviudó. La joven está preocupada porque, en los últimos meses, las cartas que él le ha enviado son cada vez más extrañas e inquietantes.
Cuando llega, encuentra la casa de su padre vacía, como si acabase de dejarla. Cuando pregunta por él en el pueblo sólo consigue evasivas; casi nadie parece conocer al viejo pintor. Su búsqueda la lleva a conocer a otros recién llegados a Point Dune, un curioso trío formado por Tom, un joven aristócrata de origen europeo (portugués o español) y Toni y Laura, sus dos guapas y desinhibidas amigas.



Ficha Técnica

Director: Willard Huyck y Gloria Katz / Productor: Willard Huyck y Gloria Katz para International Cine Film Corporation. / Guión:Willard Huyck y Gloria Katz / Fotografía: Stephen Katz / Música: : Phillan Bishop / Montaje: Scott Conrad / Intérpretes: Michael Creer, Marianna Hill, Joy Bang, Anitra Ford, Elisha Cook Jr, Royal Dano, Charles Dierkop, Bennie Robinson, Morgan Fisher, Emma Truckman, Dyanne Asimow, Hew Margolis, Alex Michaels, Walter Hill, Laurie Charlap-Hyman, Bill Norton / Nacionalidad y año: Estados Unidos 1973 / Duración y datos técnicos: 90 min. Color. DVDRip. Director's Cut. Versión original en inglés con subtítulos en castellano. Extra: Escena inicial alternativa (versión original).



Comentario
No sé vosotros, pero yo, pese a mi compulsiva afición al cine y la literatura de terror, no soy especialmente propenso a las pesadillas. Lo que demuestra que una cosa nada tiene que ver con la otra (yo tengo para mí que las pesadillas, más que las malas digestiones o las malas conciencias, las provoca el frío que coges al dormir, jejeje). En serio. He tenido algunas, claro está, como todo hijo de vecino. Pero pocas y más bien prosaicas.
Aunque, a veces, ha habido algunas que sí me han parecido singulares. Algunas que, a pesar de haberlas tenido hace muchísimos años, recuerdo con especial lucidez. Pesadillas que, por una u otra razón, forman parte de mi particular bagaje de imágenes y sensaciones. De una forma consciente, además. Pesadillas por las que siento cierto cariño, hasta el punto de empeñarme en conservarlas y atesorarlas como hago con otras cosas (películas, libros, sí... Algo de relación guardan).
Os voy a hablar de una de ellas. La tuve en Septiembre de 1977, cuando yo sólo era un crío de once años.
En ese sueño yo caminaba, al final de la tarde, con mis padres y mi hermano pequeño por las calles de mi pueblo. Volvíamos a casa. Todo, aparentemente, era normal. Atardecía y los escaparates de las calles comerciales se iban encendiendo. No obstante, y a diferencia de lo que solía ser habitual (lo es todavía) la calle estaba prácticamente vacía y a través de esos escaparates iluminados tampoco se apreciaba a nadie en el interior de las tiendas. Era como si nosotros cuatro estuviésemos totalmente solos en el pueblo. Como si todo el mundo se hubiera marchado de repente, dejando las luces encendidas.
Al llegar a casa, mi madre empezaba a preparar la cena. Todavía no se había hecho de noche (el atardecer duraba muchísimo) y yo sentía un frío raro, impropio de finales del verano o principios del otoño. Mientras mis padres y mi hermano actuaban con normalidad yo tenía una sensación extraña, como si algo indefinido nos amenazara. En la televisión estaban transmitiendo una autopsia en su integridad, con toda la crudeza del mundo (ahora esas cosas serían posibles, pero en 1977 era algo inimaginable) ambientándola con una música electrónica chirriante, arrítmica y desazonadora. Luego salía el presentador del telediario y leía las noticias. En una de ellas decía que se estaban produciendo casos de canibalismo en las periferias de algunas ciudades. Salían imágenes en blanco y negro de barrios degradados, casi en ruinas, como si fuesen escenarios de una guerra. La sensación de amenaza, de miedo, se me hacía casi insoportable.
Al otro lado de la ventana seguía atardeciendo. El cielo tenía un color rojo intenso, rojo sangre, sin matices, casi violento. Las nubes trazaban líneas extrañas. Como venas negras sobre un corazón hinchado y sangrante.
Y nada más. Eso era todo. En realidad no ocurría nada, no aparecía ningún monstruo ni ese tipo de cosas. Pero la sensación de amenaza era tan grande que resultaba asfixiante.
¿Por qué recordamos según qué sueños, según qué pesadillas y olvidamos otras? No tengo ni idea. Pero insisto en que ésta la recuerdo muy bien desde aquel lejano septiembre de 1977. Los colores, las sensaciones, el frío y el miedo que tenía. Nunca más he vuelto a soñarla. En realidad yo no tengo sueños recurrentes. Sí vuelvo a encontrarme con paisajes y escenarios más o menos constantes a lo largo de los años y los sueños. Pero no repito situaciones. Cada sueño es diferente. Unos buenos (los más) otros malos (los menos) pero nunca se repiten.

Bueh... ¿Por qué os cuento todo esto? Los que me conocéis ya sabéis que soy un pelmazo que no sabe presentar una película sin recurrir a la subjetividad más aberrante y ofensiva. Y reconozco que esto de contaros pesadillas absurdas que tenía cuando era un crío (y en las que además no pasaba nada) ya pasa de castaño oscuro y roza la chifladura… Pero es que al ver esta película reconocí en ella (lo juro!) aquella pesadilla mía de 1977. Algo inquietante de verdad, mes amis. De hecho, quizás sea esa la causa principal de mi enganche con esta peli, de mi absoluta y subjetiva rendición. Es como si con aquel sueño el crío de once años que yo era hubiese adivinado el escenario, el paisaje, el espíritu, la atmósfera extraña y fría de esta cinta (que sí, que había sido rodada y estrenada unos cuatro años antes. Pero que yo no había visto en absoluto. De hecho, la primera vez que le eché el ojo fue hace apenas año y medio). Incluso el color y la textura de la fotografía, la curiosa frialdad del ambiente, la inquietud que producen las pinturas murales del chalet del padre de Arletty Long, las calles semivacías, la normalidad aparente pero llena de desazón. Todo me resultó familiar, ya conocido... No fue un Dèja-Vu de ésos, en absoluto. Fue, simplemente, que yo ya había estado allí. En septiembre de 1977 soñé que mi pueblo era Point Dune y que la Luna de Sangre se alzaba sobre un cielo rojo oscuro, casi negro en un atardecer interminable.
Pues eso. Avisados estáis de que (como me ocurre casi siempre… Esto empieza a ser preocupante. E insoportable) no voy a ser imparcial. Esta película me ha tocado algo por ahí adentro. No es que la haya hecho mía, es que siempre lo ha sido. Sin saberlo, sin tener noticia de ella, sin haberla visto nunca hasta hace relativamente poco tiempo la reconozco como parte de mí, como algo que ha estado ahí, al lado, toda mi vida. Al menos desde hace treinta y cuatro años (desde septiembre de 1977).
Bueh... Pues aclarado esto, vamos con la película, que es lo importante.
Messiah Of Evil (también conocida como Dead People) es, para mi indigente y subjetivísimo criterio, una auténtica joya, una pequeña obra maestra. Tan perfecta, inteligente, elegante, impecable, efectiva y original (sí, todo eso) que uno no entiende cómo no figura en las enciclopedias sobre el género como un auténtico clásico del Terror de los 70’s (cosa que, sin lugar a dudas, es; con todas las consecuencias).
Por contra (y para variar) la peli es bastante desconocida. En realidad, totalmente desconocida para buena parte del público (incluidos, y eso es más grave, los propios aficionados al cine de horror).
Algunas reseñas aquí y allá, comentarios (por lo general favorables) a pie de página en libros como American Gothic; El Cine de Terror USA 1968-1980 y encendidos elogios (aunque también breves) en libros tan entrañables e importantes como ese viejo clásico que es El Vampiro En El Cine, de David Pirie (que, de hecho, se cierra con una especie de elegía triste y resignada a esta peli, doliéndose de la escasa repercusión que había tenido, todavía reciente su estreno). Pero no mucho más.
Las razones son varias. En primer lugar, la película pasó casi desapercibida cuando se estrenó, en 1973. En un evidente paralelismo con otro gran clásico “oculto” (pero que el tiempo ha terminado reivindicando totalmente) como es The Wicker Man, el hecho de haber sido estrenada precisamente ese año la condenó de forma irremisible. En efecto, en 1973 llegó a las pantallas El Exorcista, lo que supuso algo así como un punto de inflexión en el género terrorífico. La película de Friedkin creó un auténtico subgénero; tras ella las pantallas de todo el mundo se vieron inundadas por un aluvión de posesiones demoníacas y satanismos varios. Las cintas que abordaban el terror desde otras premisas (y más, como era el caso de las dos citadas, si jugaban cartas tan originales como lo hacían ellas) fueron anegadas por la avalancha satanista. Su recorrido comercial (cuando lo hubo) fue, más que fugaz, casi inexistente. Se cayeron, literalmente, de las carteleras para dejar paso a las nuevas producciones.
Con semejante punto de partida, lo que vino después estaba cantado. A pesar de ser películas que daban sopas con honda a la mayor parte de sus contemporáneas (estamos hablando de Messiah Of Evil y de The Wicker Man), nadaban contra corriente. Esa invisibilidad inicial las condenó a una especie de limbo extraño, en el que nadie se acordaba de ellas por la sencilla razón de que prácticamente nadie las había conocido antes.
Messiah Of Evil se vio lastrada, además, por otras circunstancias. Su exiguo presupuesto, su condición de obra primeriza e independiente y hasta su mismo título parecían emparentarla con las producciones de serie sub-B que tanto menudeaban en la época (toda esa corriente de satanismo rural y comunitario del que algunas veces os he hablado y que no tiene nada que ver con El Exorcista y lo que éste desencadenó. Ni estética ni espiritualmente) y cuyo destino eran los autocines y salas de sesión doble en los barrios periféricos. Pero al no ser ni una cosa ni otra, quedó aislada en una tierra de nadie a la que ningún aficionado acudió a rescatarla durante muchos, muchos años.
Y eso que hubo modestos intentos de relanzarla (para amortizar la inversión, supongo) a lo largo de los años 70’s. Una de esas historias tristes que siempre consisten en lo mismo. Sucesivos reestrenos (siempre fallidos) con diferentes títulos, algunos sugerentes como Dead People o The Second Coming (éste para apuntarse a la desesperada a la moda “exorcista”, quizás), pero otros tan tramposos y falaces como The Return Of The Living Dead (ya a finales de la década, en un intento de beneficiarse del exitoso come-back de los zombis de Romero tras el estreno de su Dawn Of The Dead) o, directamente absurdos, como Deep Swamp (¿Qué coño querían decir con lo de Pantano Profundo?). Vanos esfuerzos por aprovechar modas diferentes, trampas a las que las distribuidoras han recurrido una y otra vez, intentando hacer pasar a ciertas películas por algo que no eran y tratando de colar gato por liebre (aunque en este caso, la mercancía era de primera... Bastante mejor que los subproductos exploit junto a los que se la empaquetaba).
Y, en el fondo, ese malditismo, esa jodida mala suerte que Messiah Of Evil tuvo, no deja de ser algo también extraño. Porque sus autores, la pareja formada por Willard Huyck y Gloria Katz, no eran unos indocumentados. Amigos de George Lucas desde sus días en la Facultad de Cine, fueron los guionistas de su entrañable (y absolutamente clásica) American Graffitti, e incluso posteriormente llegaron a participar en el guión de La Guerra De Las Galaxias y a colaborar con Spielberg en la segunda entrega de Indiana Jones. Vamos... que la pareja estaba en el sitio donde había que estar y conocía a la gente que había que conocer. Hasta el punto de que el propio Lucas encargó a Huyck la dirección de Howard The Duck (Howard, Un Nuevo Héroe), una apuesta que resultó fallida pero que demuestra hasta qué punto Willard y su esposa formaban parte de la elite más celebrada del Hollywood de la época. Así que con esos mimbres, no deja de resultar algo raro que su ópera prima (de la que no tenían por qué sentirse avergonzados. En absoluto) no fuera reivindicada antes. También es cierto que Huyck no tuvo una carrera prolífica y que las escasas películas que dirigió aparte de las reseñadas no fueron, precisamente, obras de arte.
Por otra parte, tampoco el reparto está compuesto por absolutos desconocidos. Michael Greer y Marianna Hill, la pareja protagonista, sin ser unas estrellas mantuvieron una carrera más o menos constante desde los años 60 hasta los 80 (bien es verdad que sobre todo en TV). Lejos de encasillarse en el género, sus apariciones son bastante heterogéneas. Anitra Ford es una vieja conocida nuestra; especialista en entrañables series B como Invassion Of Bee Girls, también terminó en el medio televisivo. La rubia y pizpireta Joy Bang (qué pedazo de nombre, vivediós!!) tuvo su humildísimo momento de gloria entre finales de los 60’s y principios de los 70’s, llegando a ser medio novia del genial chiflado Keith Moon (batería de los Who), aunque abandonó la interpretación a mediados de la década y desde entonces nunca más se ha sabido de ella (salvo que se dedicó a trabajar como enfermera. Su auténtica vocación). En cuanto a Royal Dano o el magnífico Elisha Cook Jr, ¿Qué puedo decir? Eran excelentes secundarios, verdaderos y eficaces todoterreno, que lo mismo hacían un western que una comedia o una de gángsteres y que tuvieron carreras muy largas (iniciadas en plenos años 50 en el caso del primero y en los mismísimos 30 en el del viejo Cook).
Sea como fuere, el caso es que hasta hace relativamente poco la peli no fue debidamente reivindicada. Me consta que se editó en VHS en USA durante los 80’s (y quizás en algún otro sitio). Y que luego conoció un par de ediciones en DVD absolutamente infames (como ripeos de VHS mal hechos). Fue por entonces cuando los aficionados comenzaron a tener acceso a ella, a valorarla y a defender su condición de auténtica joya, como dan fe algunos comentarios y reseñas que pueden encontrarse en internet. Por fin, el año pasado, Code Red realizó una reedición en condiciones para Zona-1 (USA), en un DVD decente que incluye extras (entrevistas, cortometrajes de Huyck y Katz, etc) y en la que película fue restaurada y remontada por los autores (algo así como el Director’s Cut, incluyendo metraje adicional). De ahí ha salido este ripeo.
La edición venía sin subs de ninguna clase, y no me quedó otra que hacerlos ex-profeso. Cuando ya los tenía terminados, descubrí que nuestros primos franceses habían editado también un DVD bastante potable con la versión original, la “Theatrical”, la de toda la vida, que incluía subtítulos en gabacho. Si lo llego a saber antes, me habría ahorrado un trabajo de chinos. Pero bueh... Ya estaba hecho. Y, al menos, aproveché la edición francesa para repasar los diálogos y comprobar que mi traducción “de oído” no era intolerablemente mentirosa, ejem.
Así que allá va nuestro particular granito de arena (lo de nuestro lo digo por mí y por vosotros... o eso espero), mes amis, y a ver si entre todos la convertimos por fin en el clásico que siempre mereció ser.
Como he avisado antes (y como me pasa casi siempre) no voy a ser imparcial. Así que todo lo que os cuente tenéis que ponerlo en cuarentena para no crearos demasiadas expectativas (y, de paso, perdonar a este pobre viejo que se deja llevar con excesiva frecuencia por sus bajas pasiones).
Messiah Of Evil es una película rara en varios sentidos. Y todos positivos. Realizada durante la primera mitad de los 70’s, tiene débitos e influencias de muchas cosas anteriores y, al mismo tiempo, es tremendamente original. Mantiene cierta conexión con esa corriente de satanismo hillbilly del que os he hablado alguna vez, sí... pero con muchos matices. Tantos como para terminar siendo, en realidad, algo muy diferente. Es cierto que maneja elementos comunes, como la comunidad pequeña, cerrada, amenazadora y hostil hacia el protagonista recién llegado y fuera de lugar. Pero, siendo sinceros, ahí acaba el parentesco. Messiah Of Evil cuenta una historia diferente y, sobre todo, la cuenta de una forma distinta.
Cuando se habla de la influencia de Lovecraft y su obra en el cine se nombran siempre ciertas películas pero nunca, que yo sepa, se cita ésta. Y a fe mía que Messiah Of Evil es, en muchos sentidos, puritito Lovecraft. Bastante más lovecraftiana que algunas de las supuestas adaptaciones de sus historias. Como ya he dicho, no hay satanismos aquí, ni adoradores del diablo, ni nada parecido. Hay cosas más oscuras e indefinidas. En algún momento se habla de una nueva religión, y en otro se alude a los dioses antiguos... Todo eso de la Luna de Sangre (Blood Red Moon) y el Segundo Advenimiento del Forastero Oscuro (Dark Stranger), que surgirá del mar y al que los habitantes de Point Dune esperan durante las noches encendiendo hogueras en las playas, remite a los relatos del viejo Howard Phillips. Y no sólo a él. Hay ecos de ese panteísmo pagano (y terrorífico) que cultivaron a principios del siglo XX autores como Arthur Machen y Algernoon Blackwood. Y también de esa oscuridad opresiva y siniestra, de ese provincianismo hostil, de ese ruralismo degenerado y maléfico que gente como Nathaniel Hawthorne plasmó en algunos de sus cuentos y novelas en el siglo XIX. O del horror crudo, áspero, demoledor de los mejores relatos de Ambrose Bierce.
Pero también hay (y esto es muy importante) conexiones con la historia americana. Con su intrahistoria, mejor dicho... con esa “historia menuda”, “semifantástica”, que vive en la memoria popular, construida a base de viejas leyendas, hechos reales más o menos deformados (cuanto más trágicos y truculentos, mejor) y mentiras evidentes y que existe allí de la misma forma que lo hace en todos los países y culturas del mundo. En este caso, el referente es la famosa Expedición Donner (o Partida de Donner).
Para los que no hayáis oído hablar de ella, os voy a contar sucintamente de qué se trata (entre otras cosas porque es importante saberlo para entender algunas cosas de la película... O, mejor dicho, para seguir sin entenderlas pero saber, al menos, de qué están hablando. Y establecer ciertas conexiones, jejejeje):
En 1846 una caravana formada por varias familias de granjeros (mujeres y niños incluídos) y dirigida (o algo parecido) por dos colonos llamados Donner y Reed, decidió emigrar desde el Este hacia California, atravesando los desiertos y sierras que se extendían entre las fronteras occidentales de los Estados Unidos (que sólo llegaban hasta lo que ahora sería el Mid-West. A partir de ahí y hasta la costa californiana, se abría un inmenso vacío de cientos de miles de kilómetros cuadrados, teóricamente bajo soberanía mexicana, compuesto por desiertos, montañas, bosques y praderas y, salvo en el extremo sur –actuales Texas y Nuevo México-, prácticamente deshabitado) y la costa del Pacífico. La típica historia a la que tan acostumbrados estamos por haberla visto en infinidad de películas del Oeste. Como ocurrió miles de veces (antes y después) la caravana encontró muchas dificultades en el camino, aunque en este caso se volvieron especialmente graves al desencadenarse una ola de frío (con tremendas nevadas) que la sorprendió atravesando Sierra Nevada (una parte de las Rocosas). El frío y las tormentas de nieve y hielo mataron al ganado de carne y tiro. Los pioneros tuvieron que refugiarse en cuevas, totalmente aislados y sin posibilidad de establecer contacto ni con su base de partida ni con su todavía lejano destino. Durante aquel crudísimo invierno no pudieron moverse ni un paso, agotando sus provisiones y siendo víctimas de enfermedades y todo tipo de penalidades. De los casi 100 miembros originales, sólo sobrevivieron la mitad, que fueron finalmente rescatados en la primavera de 1847 por una partida proveniente de California. Los supervivientes fueron tratados como héroes y, establecidos en varias zonas del estado occidental, tuvieron unas vidas relativamente prósperas. Un final feliz.
Pero lo que ha hecho que la Expedición Donner figure en el imaginario popular americano es algo que sólo se supo un tiempo después: los que sobrevivieron durante aquellos meses de invierno lo hicieron devorando los cadáveres de sus compañeros muertos por frío o enfermedad. El agotamiento de las provisiones y la absoluta imposibilidad de conseguir otras había obligado a los supervivientes a practicar el canibalismo.
Os suena ¿Verdad?
Ha ocurrido más veces. Ésa no fue ni la primera ni la última.
Pero a partir de entonces la Expedición Donner adquirió un carácter legendario, entreverado de imágenes truculentas y connotaciones siniestras y pasó a formar parte de esa “historia maldita”, esa historia oculta, menuda, de los Estados Unidos que poco a poco va convirtiéndose en leyenda, en patrimonio de la memoria popular y es progresivamente transmitida, asumida y deformada en una especie de sucedáneo de la antigua tradición oral (insisto... En todos los países pasa lo mismo. Lo que ocurre es que USA, por su devenir histórico mucho más breve, ha de recurrir a elementos más recientes, más modernos y, por decirlo de alguna forma, menos fantásticos).
Bueh... Pues eso fue la Expedición (o Partida de) Donner. Lo que los yanquis llaman The Donner Party.
Y, como curiosidad, señalar que hay, al menos, otra película aparte de ésta en la que sale a relucir con implicaciones igualmente oscuras y pseudofantásticas. Se trata de esa curiosa mezcla entre el Western y el cine de terror que se titula Ravenous, que tuvo peores críticas de las que, en mi humilde opinión, merecía y que algún día habrá que reivindicar también, aunque sea con menos entusiasmo. Pero vaya... Ésa es otra historia...
En la película sólo nombran la Expedición Donner una vez, pero insisto en que creo que es importante saber de qué se trata para (no) entender algunas cosas. Y lo de “no entender” es literal, mes amis, no estoy haciendo un chiste. Messiah Of Evil es, ya os lo he dicho, una película rara en todos los (buenos) sentidos, incluyendo la historia que nos cuenta y la forma de hacerlo. Entendedme, no recurre a experimentalismos ni nada parecido, de hecho es bastante convencional desde el punto de vista narrativo. Pero sí es cierto que toda la cinta tiene un aire onírico tremendo, como si los autores filmasen una pesadilla.
Sí... Eso es... De eso se trata en realidad. Messiah Of Evil nos cuenta una pesadilla. Desde las imágenes iniciales (que parecen no guardar ninguna relación con el resto) hasta el mismo final, todo es como un mal sueño, horrible, agobiante.
A despecho de lo que alguno podría pensar, no es un problema de guión. El guión (o eso me parece a mí) está bien como está y cuenta lo que quiere contar. Las situaciones e imágenes que evocan un mal sueño se suceden una tras otra (la llegada de Arletty a la gasolinera y la irrupción del negro albino, los dependientes de la galería de arte, el viejo borracho contando la extraña historia de la Luna de Sangre en el motel Seven Seas a Tom y sus compañeras, la misma presencia de éstos y su indefinida relación, la decoración de la casa del padre de Arletty, las abracadabrantes escenas en el supermercado y el cine, la odisea de Tom por las calles de Point Dune en plena noche, la aparición de la patrulla policial). Respetando las convenciones narrativas y sin caer en experimentalismos, la película nos va sumergiendo, cada vez más profundamente, en una sensación de absoluta pesadilla. Las incoherencias, los cabos sueltos, las aparentes contradicciones, la falta de explicaciones, la indefinición en los personajes, el uso de la iluminación y el color, la planificación de las escenas, todo funciona en el mismo sentido y termina apoderándose de nosotros, llevándonos a donde los autores querían llevarnos.
Insisto, yo creo que los supuestos fallos de guión (de los que alguien ha acusado a Huyck y Katz) no son tales... Son parte de una estrategia consciente, encaminada a dotar de un aire surrealista, onírico a toda la película. Y lo consiguen, desde luego.
Por supuesto que, a pesar de su originalidad, la película no nace por generación espontánea y tiene un montón de débitos con cosas anteriores. Pero de ahí a asegurar (como he leído en algún sitio; en este internete de nuestros pecados) que es una especie de remake de Carnival Of Souls o una mera exploitation de The Night Of The Living Dead va un abismo. Es cierto que algo de esas dos películas hay en ésta. Pero menos de lo que parece. De la primera toma el aire onírico del que ya hemos hablado, la indefinición, la contención (dentro de un orden y de una forma bastante libre). De la segunda (también con sus débitos a la anterior, por cierto) coge alguna cosilla más y con mayor concreción, aunque no voy a extenderme en ello para no destripar nada.
Pero no sólo de esas dos cintas aprovecha referencias, mes amis. Ya antes he hablado de la tenue relación que puede guardar con ese subgénero del satanismo hillbilly (la más forzada, la menos importante, que conste). Y ahora me gustaría señalar una nueva influencia, bastante más curiosa, inesperada e importante: la del cine de Terror europeo continental de la época (finales de los 60’s y principios de los 70’s), sobre todo del giallo italiano. Efectivamente, hay un “no sé qué” impreciso y etéreo que relaciona esta película con el subgénero “amarillo” que en Italia (y no sólo allí) conocía su edad dorada. No es la historia, ni la línea argumental, es otra cosa. El espíritu, la estética. La forma de planificar algunas escenas, el prurito pop-art que late en buena parte de la película, la visión de las calles vacías durante la noche mientras los escaparates están iluminados y los tubos de neón parpadean, los murales que decoran las habitaciones de la casa del padre de Arletty, la frialdad “ambiental” y “anímica”, el uso de la iluminación y de los colores (azules, rojos). Cosas así. Incluso la caracterización de los personajes, su aparente inconsistencia (poco sabemos de ellos. Poco se nos cuenta sino es en cuatro brochazos) guarda relación con el giallo. Coñe... Si hasta el propio Tom, con su traje chaleco blanco y su sombrero de ala ancha parece recién salido de una película italiana: Y, para que no queden dudas, el personaje ni siquiera es realmente americano. Es de origen portugués (o español... no queda claro del todo). En cualquier caso, europeo continental... Yo creo que esos detalles aparentemente menores son un guiño, una confesión evidente de esas influencias que he apuntado. Pero bueh... Ya saben voacés que mis teorías, más que peregrinas, suelen ser directamente disparatadas.
¿Qué les parece a vuesas mercedes? Una película con influencias y resabios de Howard Phillips Lovecraft y otros autores de terror heterodoxo (Machen, Blackwood, Hawthorne, Bierce), que recurre a motivos de la tradición histórico-legendaria de Estados Unidos, que maneja además elementos de títulos tan característicos como Carnival Of Souls o The Night Of The Living Dead, que va a contracorriente de su tiempo y su lugar, que no sabemos con certeza si es de zombies o de vampiros y que hasta entronca, en espíritu y estética (las opiniones son libres) con el Giallo italiano y todo ese rollete europeo de principios de los 70’s. ¿A que suena raro y sugerente? Pues todo eso (y mucho más) es esta maravillosa Messiah Of Evil que me tiene deslumbrado y que espero que a voacés les guste siquiera sea una décima parte de lo que me gusta a mí.
En cuanto a la versión de la que está sacado este ripeo, ya he comentado que se trata de la reciente edición de Code Red en USA y que pretende ser la versión definitiva y completa, el Director’s Cut, con un montaje ligeramente diferente al que se estrenó en su día y el metraje ampliado en unos minutos.
No obstante, quiero señalar que esta versión definitiva, a pesar de haber completado y mejorado la película, ha eliminado un detalle de la original que, al menos a mí, me parecía muy acertado.
Hablo de la escena inicial, con la que se abre la peli. Ésa en la que un hombre corre por las calles vacías en medio de la noche, huyendo de algo que no sabemos qué es. En esta versión “del director” la escena aparece tal cual, con el sonido ambiente y sin ningún tipo de música de fondo. En cambio, cuando se estrenó en su día, esa escena tenía un fondo musical. Y no era un motivo circunstancial o de creación de ambiente, nada de eso. Sonaba una canción titulada Hold On To Love, compuesta por una tal Eliane Tortel y cantada por otra (para mí) desconocida llamada Raun McKinnon. Es una canción rara (para variar), con cierto aire retro a lo años 30, dramática y afectada. Una canción de amor orquestada e intensa, pasada de moda, que no pega en absoluto con las imágenes ni con el resto de la película pero que, precisamente por eso, ayuda a incrementar todavía más la sensación de extrañeza casi surrealista, de absoluta pesadilla que tiene toda la cinta.
Tan curioso me parecía el efecto que no he podido evitar la tentación de ripear del DVD francés la escena (exclusivamente eso… La escena inicial) y colgarla también, como una especie de extra, para que puedan voacés comparar y comprobar si tengo o no razón.
Y nada más, mes amis.
El ripeo lo he hecho yo mismo del DVD americano. Los subs (ya lo he comentado) también los elaboré yo, y “de oído”, para hacerlo más difícil. Como he advertido en otras ocasiones, intento respetar escrupulosamente el sentido de las frases y diálogos, pero evito en lo posible la excesiva literalidad.
El archivo pesa bastante (casi 1,5 Gb), va dividido en 15 partes con File Splitter & Joiner. El decimosexto enlace es el de los subtítulos. Y, como ya he comentado, añado un último enlace (el 17º) para que puedan descargar la escena inicial tal como aparece en la película original, la estrenada en su día, en la que suena la extraña canción que fue suprimida en el Director’s Cut.
Pues eso, que voacés disfruten esta peli siquiera sea la centésima parte de lo que la he disfrutado yo.

Felices pesadillas, mes amis.






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